La fecha del 15 de agosto de cada año será en la historia del Perú, una fecha de dolor, de tristeza, de rabia, de impotencia, de desastre y de pérdidas humanas y materiales. El sur del Perú fue el lugar golpeado por el terremoto que sacudió Pisco, Ica, Chincha, Cañete y varios lugares de Lima. Fue algo inesperado, doloroso y desesperado. Un terremoto de 7.9 grados en la escala de Richter dejó, en menos de dos minutos, 595 muertos, 1,800 heridos y más de 320 mil damnificados.
Frente a esta realidad la mayoría de las personas se solidarizaron con las víctimas del sur, mediante ayuda económica, moral y material. Tanto por parte de los peruanos, como de los hermanos extranjeros. Por eso, nuestra gente del sur es consciente de todo este apoyo y, gracias a esta ayuda, supieron sobrevivir.
Pasaron ya un año y muchos pobladores todavía siguen en el desastre, signo de este descontento, y como signo de protesta, se llevó la marcha en varios lugares de las zonas afectadas.
Debemos poner primero la vida humana y sus derechos fundamentales, encima de las ideologías y de los intereses personales. Solo de esta manera podremos ayudar a los demás, cumplir con nuestra labor política y hacer, de las personas, que viven bajo el llanto, el dolor y la angustia, una esperanza de vida.
¿Por qué no se avanzaron las obras de reconstrucción como se pensaba a un inicio? ¿Es que hay mucha burocracia por parte de quienes están al frente de toda esta responsabilidad? Creo que ya mucho se han aprovechado del dolor de nuestra gente y es hora de cortar esos papeleos, obstáculos y caprichos. Recordemos que a ellos les tocó vivir esa pesadilla, esa indiferencia de muchos, mañana nosotros seremos las víctimas, y tal vez, en ese momento podemos entender mejor, lo que es el sufrimiento.
No olvidemos, la justicia demora, pero llega y cuando llega se las verá contigo…

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