
El resultado de trabajo de todos los grupos han mostrado, en su mayoría, que hay una crisis de identidad cristiana, que los valores fundamentales se van perdiendo y que la familia se ve, cada vez, más desintegrada.
Además, se puso en evidencia que la violencia y las injusticias son los que hacen daño a la sociedad y también afecta el trabajo pastoral y misionera de la Iglesia.
Fue una linda experiencia porque estos tres días sirvieron para intercambiar experiencias de trabajo, conocer gente nueva y reforzar nuestro trabajo como misioneros.
En este evento, a parte de obispo, sacerdotes, religiosos/as, misioneros/as, los laicos han participado con entusiasmo. Y eso nos interpela a todos los misioneros y los que trabajamos en la pastoral, que debemos dar más espacios a los laicos y preocuparnos por su formación cristiana, teológica y misionera.
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