El 1 de mayo de cada año se recuerda el Día del Trabajo. En noviembre de 1884 se celebró en Chicago el IV Congreso de la American Federation of Labor, en el que se propuso que a partir del 1º de mayo de 1886 se obligaría a los patronos a respetar la jornada de 8 horas.
El Presidente de los Estados Unidos, Andrew Johnson, promulgó en 1886, la llamada Ley Ingersoll, el estableciendo las 8 horas de trabajo diarias. Como esta ley no se cumplió las organizaciones laborales y sindicales de Estados Unidos se movilizaron haciendo huelgas contínuas.
Esta fecha es una jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a los Mártires de Chicago.
En el Perú, en 1896, se celebra en Lima el I Congreso Provincial Obrero, que agrupa a artesanos y obreros que reclamaban la jornada de 10 horas de trabajo y el derecho al descanso dominical. Más adelante, en 1904, se inician los reclamos por la jornada de ocho horas alentada por los obreros portuarios del Callao y los panaderos del sindicato "Estrella del Perú". En 1905 se celebra por primera vez en el país, el 1º de mayo como "Día del Trabajo".
En el gobierno de José Pardo se suceden las luchas sindicales consiguiéndose las primeras leyes sobre accidentes de trabajo, el trabajo de las mujeres y los menores de edad, el descanso dominical, en fiestas cívicas y elecciones. Finalmente, el 15 de enero de 1919 se estableció por decreto supremo la jornada laboral de 8 horas, que fue el fruto de constantes luchas, las cuales costaron muchos sacrificios y hasta pérdidas lamentables de trabajadores.
Al celebrarse el Día del Trabajo, se debe entenderse que el trabajo dignifica al hombre, sin él pierde su esencia. Pero, la realidad de nuestros días, nos señala que hay millones de personas que no tienen trabajo, y los que tienen no están asegurados. La delincuencia, los robos, los atracos, etc., son las consecuencia de que no hay trabajo, y por ende, la gente se ve obligada hacerlo, muchos para saciar el hambre; otros por llevar un pedazo de pan a su hogar.
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