El trabajo misionero y la pastoral en las zonas de conflicto es una misión que se realiza entre la vida y la muerte, porque uno no sabe qué hacer, cómo decir, qué opinar, hasta cuando vivir, cuando desaparecer y morir. La vida está en un riesgo permanente.
Por eso, con el objetivo de fortalecer y renovar el compromiso cristiano y misionero se realiza en la sede de la Conferencia Episcopal de Colombia, el II Encuentro Nacional de religiosos/as que trabajan en territorios de conflicto, del 9 al 12 de noviembre 2009. Participan a este encuentro alrededor de 40 personas, entre religiosas, religiosos, misioneros de varias congregaciones. La idea de este trabajo es iluminar la realidad de violencia, con el Derecho Internacional Humanitario (DIH) y desde el Evangelio.
Los testimonios de varios religiosas/os y misioneros señalan que hay algunos territorios que son más violentos que otros, donde grupos armados, como la guerrilla, los paramilitares, el ejército, las fuerzas armadas, las águilas negras, etc., son los que controlan, dirigen, ordenan, hacen y deshacen a su antojo con el pueblo y con sus tierras.
Todos los participantes en este encuentro coinciden que, en los pueblos donde ejercen su labor pastoral y misionera, hay resentimientos odios, maltratos, amenazas, muertes, desapariciones...y muchos religiosos/as también son amenazados, chantajeados, intimidados y son hostigados constantemente por parte de todos los grupos armados presentes en la región. Incluso son controlados en todo, "nos prohíben el uso del internet, no salir más allá de las 5 de la tarde, no relacionarse con otras regiones, debemos avisar a donde vamos, nos controlan el teléfono, piden nuestra hoja de vida..." señaló una de las religiosas que trabaja en el departamento de Caquetá, en plena zona de la Amazonía colombiana.
Frente a esta dura realidad, la reconstrucción humana es urgente, más que la construcción o reconstrucción de las estructuras materiales, institucionales, etc., porque nuestro pueblo está herido, confundido, adolorido, traumado, por toda la violencia que se hace al pueblo colombiano, de manera particular, a los indígenas, campesinos y afro descendientes, quienes viven vulnerados de sus derechos fundamentales y pierden sus vidas y tierras que les obligan a desplazarse a otros lugares.

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