El 5 de septiembre se celebró en muchos lugares del mundo el Día Internacional de la Mujer Indígena. Esta fecha fue instituida en 1983, durante el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América en Tiahuanaco (Bolivia). El motivo para escoger la fecha de este día fue porque, un 5 de setiembre de 1782, murió descuartizado Bartolina Sisa, una mujer aymara, por las fuerzas realistas durante la rebelión anticolonial de Túpaj Katari en el Alto Perú.
Las mujeres indígenas se enfrentan, desde siglos atrás, incluso hasta la actualidad, a múltiples obstáculos, discriminación, exclusión y racismo por la sociedad dominante. Si analizamos en nuestra sociedad peruana, los hombres (varones) consideran que las mujeres no pueden trabajar, porque son “ignorantes o analfabetas”, y desde esta visión, se está exaltando el machismo. Por eso, los varones son los que toman decisiones, los que piensan, los que saben, cosas por el estilo, que en la actualidad, este pensamiento ya no encaja. Hoy, gracias a la educación, cada vez más, las mujeres indígenas están ganando espacio, gracias al conocimiento que tienen, a las habilidades y a las formas prácticas de resolver muchos problemas.
El Perú debe agradecer a la mujer indígena, porque es portadora vital de la herencia cultural, la que enseña la lengua ancestral a los hijos e hijas, la que continúa con las tradiciones, etc. Hoy en día, la problemática de la mujer indígena en la ciudad y las comunidades andinas y amazónicas abarca directamente los aspectos centrales de nuestro desarrollo como país: la política económica, agraria, educativa, de salud, vivienda, los derechos humanos, etc.
Muchas mujeres en nuestra sociedad no son tomadas en cuenta. Ellas cuando vienen a la ciudad, pensando que iban a progresar o salir de la pobreza, son discriminadas por su raza, su cultura, su forma de pensar y hablar…, muchas veces, son objetos de burla. Por eso, estas personas humildes no tienen acceso a la educación, a la salud, al alimento, etc.
Consecuencia de todo eso, vemos a diario, en las calles de Lima y de las ciudades de nuestro país, personas pidiendo limosna, vendiendo caramelo, cantando en los buses y colectivos, sentadas en las veredas, en la puertas de las iglesias, etc. O estas, mujeres jóvenes que son explotadas en los trabajos, manipulados y engañados por las mafias, que los llevan a la drogadicción o la prostitución.
¿Qué alternativas está ofreciendo el gobierno para mejorar estas situaciones que vemos a diario? ¿El Estado se preocupa de estas personas o simplemente lo deja la responsabilidad a las Iglesias y a las ONG?
Neto

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